No puedo resistirme a compartir alguna reflexión con vosotros acerca del tema dominante en los mentideros al inicio de esta semana: el vómito arrojado por la tal Monserrat Nebrera, parlamentaria catalana del PP, contra el habla andaluza. No voy a malgastar mi tiempo ni el vuestro en calificar el hecho. Ya lo ha hecho casi todo el mundo y creo que a estas alturas ya no hace falta. Pero sí quiero incidir sobre lo que trasciende de las manifestaciones de esta mujer. Se trata del desprecio a lo diferente.
La derecha, sobre todo la española, siempre se ha caracterizado, entre otras cosas, claro, por el menosprecio a lo distinto. La derecha, ya sea el actual PP, el de Aznar, el de Fraga, la derecha de Franco, y así hasta los Reyes Católicos, ha creído que sólo lo que parte de ella, lo que se asemeja a ella, lo que ella hace es lo que vale. Lo diferente supone una amenaza para el status quo y, por tanto, es algo a combatir o a anular cuando no a exterminar.
Para esta señora, el habla andaluza, nuestro acento, es algo distinto completamente, eso dice al menos, a la normalidad. De sus declaraciones se deduce que lo normal es hablar el español con acento castellano y que, por ende, cuando se hace en andaluz es un problema. Esto, además de suponer un disparate sin paliativos es un signo de que su coeficiente intelectual no debe de ser muy elevado. Para Nebrera, lo andaluz es ajeno a su mundo y, ya se sabe, lo ajeno al mundo de una persona conservadora es un problema, una amenaza para su orden establecido.
Si vamos más allá, se podría deducir de sus palabras que quien hable en andaluz no debería tener derecho a ocupar cargos de responsabilidad, porque ese problema de comunicación al que hace referencia sería un obstáculo insalvable.
En definitiva, como el tema comienza a darme un poco de asco -y de pereza- termino diciendo que detrás de Nebrera no hay más que rechazo a lo distinto, o lo que es lo mismo: una de las principales señas de identidad del pensamiento conservador, del de aquí y del de San Cugat del Vallés.
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