La experiencia estética es una de las más apasionantes que pueden sentirse en la vida. El terremoto interno que ocasiona una obra de arte desde que entra por los ojos hasta que penetra implacable y anida en el cerebro es difícilmente comparable a cualquier otra cosa. Si acaso el amor, el sexo o ambas a la vez. Pero nada más.
Como cada cual, en mi existencia busco la belleza diariamente. Creo que todo ser humano la busca; la busca, claro, cuando tiene cubiertas sus necesidades básicas. Nosotros, los europeos, quienes a pesar de la crisis – ésa que no impide que los comercios estén llenos estos días y que haya de nuevo colas para adquirir las gambas de Huelva- tenemos cubiertas las cuestiones esenciales para sobrevivir cada día y podemos dedicar algún minuto al goce estético en cualquiera de sus manifestaciones. Yo recomiendo la Literatura. Y dentro de ese mundo tan complejo y a veces tan lleno de vanidad y de inventores de la nada, aunque eso sí, envuelta en un celofán que encandila al principio pero que se pudre en las estanterías a los pocos meses entre la indiferencia de todos, propongo un autor japonés que logra siempre transportar al lector al nirvana de las letras: Haruki Murakami.
Probablemente desde que en el instituto descubrí a los grandes no había sentido lo que ahora al leer Tokio blues o Kafka en la orilla. Murakami es capaz de hilvanar las letras con tal sentido y profundidad que cuando te atrapa es imposible dejarlo (como también es imposible abandonar algo bello al alcance de tu mano). Quien desee experimentar ese estremecimiento íntimo que provoca la belleza debe leer a Murakami, porque lo que destilan sus obras es simplemente estética salida de la verdad, aunque a veces emane de las experiencias más duras que pueda vivir un ser humano.
Se me ocurren algunas cosas más para olvidar la crisis. Ésta es sin duda de las que merecen más la pena.
José Fiscal
(Odiel Información. 28 de diciembre de 2008)
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