Aullido

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El hombre comparte con el lobo la necesidad de que lo escuchen

jueves, 1 de marzo de 2012

Nervios


La reacción de la derecha ante las manifestaciones de estos días contra la reforma laboral pone a mi juicio de manifiesto dos cosas: La primera es que le duele una reacción tan firme de gran parte de la sociedad española ante la primera medida de esas que muchos sabían pero que el PP escondió hasta que la puso en marcha por decreto. Y la segunda es que tal reacción a sus políticas en solo dos meses y medio les ha generado una desorientación "de pronóstico reservado" a quienes creyeron que la mayoría absoluta les daba "permiso" para hacer lo que les viniera en gana. Tanto es así  que las elecciones andaluzas, que Arenas ha creído ganadas (a la cuarta) hasta antes de ayer, comienzan a verlas  más oscuras.

A mí, no obstante, lo que verdaderamente me enfada es la manipulación de estas movilizaciones, lo cual se ha hecho también en doble sentido: El primero, al considerar, a sabiendas de que no es así, que el PSOE está detrás de todo esto y que lo hace a hurtadillas -basta con haber participado en alguna de estas concentraciones para comprobar lo contrario-; y el segundo, haber elevado a norma lo que no es más que anécdota: las algaradas, absolutamente minoritarias si las comparamos con el desarrollo de las marchas durante la inmensa parte del recorrido de todas y cada una de ellas -lo que se llama veracidad, vamos-. Para más inri, culpan también al PSOE de esos altercados. Léase si no lo dicho al respecto por Esperanza Aguirre,.

Es difícil no pensar que la derecha está nerviosa. Ya dije al principio por qué. Y es que han sido cuatro años repitiendo machaconamente que la solución a todos los males tenía solo un camino: la llegada del PP al poder y el nombramiento de un gobierno popular que generara "confianza". Y la confianza parece que no llega. Se anuncian datos de desempleo más duros si cabe que los que perpetró el malvado ZP, y la economía entra de nuevo en recesión. La gente, mucha al menos, que se siente engañada y disconforme con una reforma laboral que no anunciaron y que ahora le pone más difícil, si cabe, su futuro -por no hablar de la subida de impuestos-, se echa a la calle a protestar contra lo que cree injusto. Es así de fácil.

Sin embargo no lo parece, a juzgar por las declaraciones de los líderes de la derecha, que comienzan a cuestionar asuntos básicos como el derecho de huelga o el de manifestación, cuyas conquistas tanto sudor costaron a generaciones de españoles entre las que por razones de edad yo no me encuentro. Es increíble que hoy Rubalcaba haya tenido que puntualizar que los socialistas, como cualquier ciudadano, se manifiestan cuando lo consideran oportuno, o que columnistas de medios de comunicación hayan tenido que escribir cosas como que el derecho de manifestación es éso: un derecho... ¿Qué decir del aplauso con el que se recibe a Garzón en Argentina mientras aquí se le condena o del silencio de los mismos jinetes del apocalipsis que alertaban de la rendición de España ante ETA cuando el anterior Gobierno daba algún paso similar al que ha protagonizado el actual al oponerse "por que no se encuentran razones jurídicas" a la ilegación de Amaiur?
Pues eso.


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