Oía esta semana en una emisora de radio
que un propietario de un inmueble había
llamado a su inquilina para comunicarle que,
dada la difícil situación económica que vivimos....,
¡le reducía el alquiler sesenta euros!
Como todos podemos imaginar, la chica no
se lo podía creer. La periodista que conduce
el programa en el que se analizó este asunto
expresó su deseo -“ingenuo”, dijo- de que
quizá ésta no fuera sino una muestra de otra
manera de entender los negocios en la que
las relaciones humanas adquirieran peso en
detrimento de las exclusivamente materiales.
Como quiera que a continuación otros
dos propietarios intervinieron en el programa
para contar casos parecidos, la esperanza se
instaló en todos los contertulios y en muchos
oyentes al menos durante esa tarde. Y yo
me pregunto: ¿por qué no va a ser posible
que la gente, alguna al menos, pida por los
alquileres, coches, electrodomésticos, ropa...
cantidades razonables? ¿Por qué no va a
ser posible que las relaciones comerciales
hagan honor a su nombre y no se reduzcan
a un yo pido, tu pagas, y punto? ¿Por qué no
podemos aprovechar la crisis mundial en la
que estamos metidos para encontrar nuevos
caminos que discurran por la senda de la
generalidad y no por la del individualismo
salvaje?
Creo no ser un ingenuo. Y menos en lo
que a la economía se refiere pero qué quieren
que les diga, la tarde del miércoles me llenó
de esperanza y me hizo recordar que, pese a
la cerrazón de los bancos, hay otros caminos
más sensatos dentro del mismo sistema.
Mientras tanto, continuaré leyendo a Murakami.
Publicado en el suplemento Saltés de Odiel Información el 8 de febrero de 2009
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